Primer regla teológica

La primer regla teológica es la siguiente:

Un Dios que se respete, debe siempre venir asociado a unos mandatos. 

Porque el poder no puede llegar tan lejos como la creencia en la represión de posibles rebeliones. El creyente se propina el garrotazo interno que lo vuelve dócil sin que se de cuenta por qué, por temor al dulce Jesus, capaz de hundirte en el infierno pero no por eso menos amoroso. 


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